Artes escénicas
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A menudo desconocido en su especificad histórica, el Atlántico Sur es recurrentemente incorporado en la geopolítica del Atlántico Norte. Empero, el espacio sur atlántico posee características históricas, geopolíticas y culturales propias, puestos a la luz por un número creciente de investigadores durante los últimos dos decenios.1
Estos elementos constitutivos se han afirmado durante tres periodos distintos: El primero, llamado el de la emergencia, comienza en 1500 cuando la flotilla del almirante portugués Álvarez Cabral, en su ruta hacia la India, llega a la costa suramericana, concretamente al estado brasileño actual de Bahía. Sus barcos emprenden de nuevo el periplo marítimo hacia El Cabo y de allí al Océano Indico, efectuando la primera travesía latitudinal del Atlántico Sur. Este periodo termina a mitad del siglo XIX, con el fin de la trata bilateral de esclavos entre el Brasil y África (1850), así como por la apertura del Canal de Suez (1869); este último concebido para la navegación a vapor, poniendo fin a la era de los barcos de vela y reduciendo el tiempo de viaje de Occidente al Oriente. Es durante esta época que se afirma la supremacía del Atlántico Norte al conjunto del océano, provocando la descomposición del sistema sur-atlántico. Las independencias de las naciones africanas, en particular de las antiguas posesiones portuguesas, sumado al fin del apartheid en África del Sur (1991-1994) inician el tercer periodo: el de la reemergencia de los lazos sur-sur del Atlántico al llegar el nuevo milenio y en un contexto internacional radicalmente modificado por la afirmación política y económica de los países del África subsahariana.
Durante la era de navegación a vela, el sistema náutico engendrado por los vientos y las corrientes del giro oceánico del Atlántico Sur facilitaron los lazos entre los puertos sudamericanos y africanos.2 Caracterizado por el anticiclón de Santa Helena y delimitado al norte por el ecuador meteorológico, este sistema se diferencia del de las Antillas, y más precisamente de aquel del Atlántico Norte, tal y como lo veremos en un instante. Además de la navegación entre los puertos ibéricos con los de América del Sur; las embarcaciones de Bahía, Recife, Rio de Janeiro y de Buenos Aires, siendo esta última menos frecuente, establecieron intercambios directos con los puertos atlánticos africanos.
Paralelamente, los barcos de la ruta Lisboa-Goa-Macao, que debían hacer la ruta más larga, hacían escala a la Volta en el puerto de Salvador de Bahía. Por la primera vez en la historia se unen todas las culturas tropicales de América, África, Asia y las zonas ecuatoriales con los más ricos biomas del planeta; es decir: las cuencas del Amazonas, del Congo y del archipiélago malayo. Esta mundialización de biomas tropicales explica la fuerte alza del nombre de plantas registradas por los botánicos europeos, pasando de 1000 a 6000 en el siglo XVI.3
En el contexto de migraciones interoceánicas y de la deportación masiva de africanos hacia las Américas, la agricultura de exportación (caña de azúcar, tabaco, algodón, café, etc.) se extiende hacia la América atlántica, mientras que la mandioca (llamada también yuca, casaba o casabe), el maíz y el cacahuate son trasplantados en la isla de Santo Tomé, en Elmina (actual Ghana) y a Mpinda (al sur de la desembocadura del Congo), de donde su cultivo se expande al Golfo de Guinea y al África central. La mandioca, adaptada a los suelos pobres y sin depredadores naturales del África, es actualmente cultivada desde el Sahel en el norte hasta el sur de Angola y Mozambique. A pesar de ser más dependiente de la irrigación, el cultivo del maíz se ha expandido en África debido a su productividad. Actualmente, la mandioca aparece como la más importante fuente primaria de calorías de las poblaciones subsaharianas, mientras que el maíz, muy por encima del trigo, se ha convertido en el cereal más consumido en África. Distingamos que en Santo Tomé aún juega un rol decisivo como plataforma de transferencia de plantas alimenticias tropicales de diversos continentes. Es a partir de su aclimatación en esta isla y de su trasplante en otras regiones que el cocotero (de Oceanía), el plátano (del Asia/África) y el cacao (de América), entre otras plantas, se transforman en cultivos verdaderamente pan-tropicales.
En el sentido África-América, se constata el traspaso de cereales como el sorgo; de frutos como la sandía; de verduras y leguminosas como el gombo (okra, en lengua quiabo) y el caupi, llamado en el África francófona niébé (palabra de lengua wolof) y en Brasil conocido como feijão-fradinho o mucunha (de la lengua macua nkuny). Más allá de la esfera alimenticia, la culinaria traspuesta y adaptada en las regiones americanas representa a la par una afirmación de identidad, sirviendo de ofrendas a los dioses del panteón afro-americano. Contemporáneamente a la difusión de religiones afro-americanas, se inicia el culto de la imagen de rostro negro de la Virgen Nuestra Señora Aparecida, a finales del siglo XVIII y en la ruta trazada por los africanos y los colonos desde Rio de Janeiro hasta las minas de oro. Transformada en santa patrona del Brasil, la devoción de N. S. Aparecida ensalza el rol de los afro-brasileños en la formación de su sociedad. Ello se puede comparar con los cultos existentes en otros países latinoamericanos, en los cuales la madre mediadora coge un rostro amerindio: tal es el caso de la Virgen de Guadalupe en México, de Nuestra Señora de Guadalupe en Ecuador, de la Virgen de Copacabana en Perú y en Bolivia, de la Virgen Santa de Luján en Argentina y de Nuestra Señora de Caacupe de Paraguay.
Durante este periodo, las autoridades españolas hacían frente a la creciente navegación de sus rivales europeos hacia el Pacifico a través de la ruta del Cabo de Hornos. Es entonces cuando nacen las disputas navales y diplomáticas entre los franceses, ingleses y españoles, dando inicio a la primera crisis de las Malvinas (1764-1776). Este archipiélago, situado frente al estrecho de Magallanes, protege el pasaje de Drake, entre el Cabo de Hornos y la Tierra de Graham, vías marítimas privilegiadas de acceso al Pacifico hasta la apertura del Canal de Panamá (1914).
No será sino hasta el fin del siglo XVIII que los balleneros franceses, y sobre todo aquellos estadounidenses e ingleses, acecharían los alrededores de las Malvinas y del sur del Rio de la Plata a la búsqueda de cachalotes para cubrir la demanda en alza de espermaceti. Esta substancia, existente en la cabeza de cachalotes y ballenas, era utilizada en la fabricación de velas y cosméticos. Siguiendo las corrientes y el recorrido de las ballenas por los océanos, los marinos de Massachusetts y de Europa aportarían a los geógrafos conocimientos más precisos sobre el Atlántico Sur. Es así que, gracias a las informaciones recogidas por los balleneros de Nantucket, de Massachusetts, que el oceanógrafo británico James Rennel cartografía, por primera vez en 1832, las corrientes de la superficie del Atlantico Sur.4 Siguiendo el mapa publicado en 1763 en Londres por Wiliam Hebert, Rennel fija los limites septentrionales del Atlántico Sur entre los 5 y los 10 grados al norte del ecuador terrestre, en la zona de convergencia intertropical que define al ecuador meteorológico. Este espacio delimitado, que incorpora también el sur de Senegal-Gambia y el golfo de Guinea, es denominado por las guías marítimas angloamericanas como "Océano Etiópico", ello para marcar de manera clara la diferencia con el sistema náutico del Atlántico Norte. A pesar de que la navegación a vela aun predominaba, la edición de 1855 de la revista The American Cyclopaedia, obra de vulgarización científica muy popular en Estados Unidos y en el Reino Unido, establecía una clara separación entre el Atlántico Norte, considerado como "el verdadero Atlántico" y el "Océano Etiópico", es decir, el espacio marítimo y el sistema náutico situado al sur del ecuador meteorológico.5
A inicios del siglo XIX, en el contexto de las guerras napoleónicas y tras la batalla de Trafalgar, que otorgaría a Inglaterra la supremacía oceánica global durante un siglo, se observa una ofensiva de la Royal Navy al conjunto del Atlántico Sur.
En el extremo sur del continente africano, El Cabo es capturado en 1806 a los holandeses; mientras que, en el otro lado del océano, los británicos atacan a las fuerzas españolas e hispanoamericanas en Buenos Aires (de 1806 a 1807) y a Montevideo (1807). A la par, las islas de La Asunción, Santa Elena y Tristán de Cunha son ocupadas por Inglaterra. Una base naval (1815-1922) y luego una base aérea (1942-) hacen de la isla de La Asunción un punto clave en el control británico de la ruta a El Cabo. Para completar el control del Atlántico Sur, Londres impone en 1833 su soberanía sobre las islas Malvinas/Fakland, expulsando la guarnición argentina y provocando un contencioso, no solucionado todavía, con esta república sudamericana.
Bajo influencia británica, la corte portuguesa es transferida de Lisboa a Rio de Janeiro tras la invasión francesa de Portugal, comandada por el general Junot. Rio de Janeiro se convierte así en capital temporal del imperio luso (1808-1821). Lord Strangford, embajador inglés ante el gobierno portugués entre 1806 y 1815, organiza la partida de la corte portuguesa hacia Rio de Janeiro, siendo a la par intermediario de negociaciones en Buenos Aires, que provocaría la independencia de Argentina (1816).
La trata de esclavos africanos es prohibida en 1812 en los puertos de Rio de la Plata, intensificándose no obstante en Brasil, llegando a ser la nación exportadora más importante de productos tropicales tras conseguir su independencia (1822). La continuidad de la trata de esclavos bilateral, que hace de Rio de Janeiro el puerto negrero más grande de las Américas, era contraria a la campaña naval y diplomática promovida por Londres para cesar todo comercio atlántico de esclavos africanos. No será sino hasta 1850 cuando Inglaterra logrará quebrar estos lazos comerciales instalados a lo largo de siglos entre los puertos sudamericanos y los africanos.
Paralelamente, la Argentina (1853), el Brasil (1854) y más tarde el Uruguay promoverían las políticas de inmigración europea. En Angola, el fin de la trata de esclavos hacia América del Sur marca el inicio del "segundo periodo colonial" (1850-1974), según la periodización propuesta por los historiadores portugueses. Lisboa estimula las plantaciones de café, de sisal, de maíz y la extracción de diamantes para hacer de Angola "un nuevo Brasil". Estos cambios intensifican los lazos norte-sur, poniendo fin al primer periodo de comercio del Atlántico Sur.
A diferencia de otras redes marítimas transcontinentales, como el de las Antillas o del Océano Indico, en donde los intercambios no son interrumpidos por la entrada de nuevos competidores comerciales ni de nuevos productos, la navegación bilateral del Atlántico Sur se detiene bruscamente, y por mucho tiempo, a partir de 1850. En 1883 una reconocida guía británica marina sobresale la vacuidad comercial de esta parte del océano, producto del cese de la trata de esclavos africanos, haciendo una observación que no se halla en ediciones precedentes: "Las largas extensiones de las costas en el trópico meridional y la total esterilidad de su lado oriental (el litoral africano) hacen que el comercio de esta vasta zona de agua sea poco importante, si se lo compara con otras partes del mismo océano y de igual magnitud".6 La preponderancia de los barcos a vapor unifica este océano bajo la hegemonía del Atlántico Norte, dejando en desuso el nombre de "Océano Etiópico", usado hasta entonces para designar al sistema náutico y al espacio sur atlántico durante la época del comercio bilateral y de la navegación a vela.
El segundo Atlántico Sur marca la divergencia evolutiva de las márgenes oceánicas sudamericana y africana. Durante este periodo se acentúa la occidentalización del lardo sudamericano; el mismo tiempo, la colonización europea del África subecuatorial, y principalmente de Angola y el África del Sur, vive un repunte hasta su declinar frente a la emancipación política de las naciones africanas.
La navegación de las costas atlánticas y del Cabo de Hornos se incrementa tras la era del oro en California (1849) y la colonización británica de Australia y Nueva Zelanda. Desde 1849 una línea de transatlánticos a vapor es inaugurada entre Liverpool, Rio de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires. La rapidez y la regularidad de la navegación a vapor acelerarán la integración de los puertos de la región con Londres, transformando la economía y a cultura de las capitales sudamericanas. En Rio de Janeiro, los transatlánticos de Liverpool, llamados paquetes en Brasil, llevaban generalmente nombres de mujeres y llegaban cada 28 días. Tanta fue su puntualidad que la menstruación fue llamada a partir de entonces paquete en portugués de Brasil.
La extensión de la transmisión telegráfica, primero de carácter regional, luego transoceánico, tuvo consecuencias diferentes en el Atlántico Sur. El casi monopolio que disfrutaba la agencia francesa Havas del sistema telegráfico del Brasil, y en general de todo el cono sur incluyendo a Chile, refuerza la francofilia y la francofonía en la región. Las noticias emitidas en francés por Havas eran transmitidas a los telégrafos regionales de la costa sur atlántica vía Paris-Londres-Lisboa-Madeira-Pernambuco, extendiéndose durante la década de 1880 al Paraguay y a Bolivia. Del lado africano, la conexión telegráfica con El Cabo era competencia de la agencia inglesa Reuters, uniendo Londres con la India británica y el resto del Asia. La inserción surafricana en los circuitos de comunicación del Reino Unido fue tan importante que, una vez independiente en 1910, el país permanecerá como miembro activo de la Commonwealth hasta 1961, año de su conversión en república. De esta manera, la navegación a vapor y el telégrafo acentúan los lazos norte-sur, consolidando la separación geopolítica de los dos márgenes del Atlántico Sur.
Según un estudio pionero de Philip D. Curtin7, la evolución del África del Sur guarda similitudes con la de la Argentina: La conexión de El Cabo y de Buenos Aires al circuito telegráfico y al transporte marítimo a vapor fue completada por la expansión de vías férreas y la conquista por la fuerza del hinterland de ambos países. En Argentina, esto se manifestó a través de la campaña militar de la "conquista del desierto" (1878) que provocó la masacre y deportación de miles de mapuches y miembros de otras naciones amerindias de la Pampa y de la Patagonia, dando nuevas tierras disponibles a empresarios ganaderos, granjeros e inmigrantes. Con la introducción de barcos frigoríficos, generalmente controlados por empresas inglesas, la Argentina se transforma en una grande exportadora de carne a Europa.
En África del Sur, el descubrimiento de las minas de diamantes de Kimberley (1867) y de las de oro de Witwatersand (1888) despertaron el interés de los europeos y provocaron conflictos entre los ingleses, los zulúes y los afrikáners. Durante el desarrollo de las dos guerras Boers, la opinión pública de las repúblicas atlánticas sudamericanas fue generalmente favorable a las dos repúblicas que combatían contra el colonialismo de la corona británica. Este fue el caso por ejemplo de Buenos Aires8, cuyo gobierno, presidido por el General Roca, antiguo comandante de la "conquista del desierto", acogió a cerca de 800 familias Boers luego de la victoria británica, instalándose estas en la Patagonia. A pesar del débil peso demográfico, la presencia bóer impulsa la creación en Buenos Aires del primer consulado surafricano en América del Sur (1939), con jurisdicción en Uruguay y en Brasil. Bruce Chatwin, en su relato de viaje titulado Patagonia (1977), llama la atención sobre los argentinos de origen surafricano.9 El puerto de Buenos Aires prosigue su crecimiento, llegando a superar a Rio de Janeiro al llegar el siglo XX. La región se convierte en un destino de decenas de miles de europeos inmigrantes, sobre todo de italianos y de españoles, que hacen de la Argentina, después de los Estados Unidos, el segundo país con mayor cantidad de inmigrantes durante los años de 1930. La Argentina, Chile y el Pacifico se conectarían a través de Valparaíso primero por caravanas de mulas, luego por la línea férrea transandina Santiago-Mendoza, activa entre 1910 y 1980.
Otra es la evolución del Brasil: Única monarquía americana de 1822 a 1889, gobernada sobre todo bajo el emperador Pedro II, este país se valía de sus lazos dinásticos y diplomáticos con las coronas europeas para enfatizar su distinción frente a las repúblicas latinoamericanas. Sin embargo, a pesar de sus préstamos institucionales y simbólicos a lo occidental, el país permanece fuertemente marcado por la presencia de la esclavitud y de la cultura afro-brasileña. Rio de Janeiro, sede de la corte de Pedro II, poseía en 1850 la más grande concentración urbana de esclavos de las Américas, es decir 42% de la población total.10 Registrados en las litografías de Jean-Batista Debret desde 1834, y después en los daguerrotipos y en las primeras fotografías, la esclavitud urbana constituye el fondo de los relatos de viajes y de los más grandes escritores brasileños, desde Machado de Assis hasta Aluízio de Azevedo.11 La llegada de inmigrantes portugueses después del fin de la trata de africanos cambia el acento portugués de los cariocas, convirtiéndolo en más lusitano, pero sin llegar a modificar los préstamos lingüísticos afro-brasileños, característicos del portugués de Brasil.12 Ironizando sobre esta diferencia lingüística que parecía incongruente, un caricaturista portugués publica un dibujo del emperador Pedro II, durante su último viaje a Portugal (1872), en donde se le ve portando una "guía de conversación brasileño/portugués".13
A su vez, el español de la Argentina y del Uruguay, debido a los dialectos italianos, da lugar al lunfardo. Mezcla de palabras lombardas y del español de tiempos coloniales, el lunfardo aparece como el argot de las clases populares del Rosario, Buenos Aires y Montevideo. De estos puertos se difunde durante el periodo de entre-guerras a Santos y a Rio de Janeiro, gracias al vocabulario de marinos y las letras de los tangos.14
La occidentalización es llevada también a través de la música europea y de los pianos. Mejor fabricados a partir de la mitad del siglo XIX con cuerdas de acero de mejor calidad y de monobloques, en lugar del tradicional de madera, los pianos conservan a partir de entonces sus propiedades harmónicas en los países de temperatura tórrida. Símbolo de riqueza y ostento, los pianos fueron transportados a toda la región a hombros de mula, llamadas mulas pianeras en Rio de la Plata y en Chile. La preferencia por el piano declina con la introducción de los fonogramas, luego de la radio y de la industria fonográfica durante la década de 1920. Al mismo tiempo, la música afro-latina de Buenos Aires. Montevideo y Rio de Janeiro, conoce un éxito inopinado y se impone como uno de las características culturales y de identidad sur-atlánticas a ojos del resto del mundo.
Con la caída de la monarquía y la proclamación de la república en 1889, el Brasil se acerca de las repúblicas vecinas. Bajo la égida de Washington se organizan las conferencias panamericanas con el objetivo de armonizar el derecho marítimo y comercial de los países del continente. Así como la Argentina, el Brasil se dota de un régimen presidencial y federativo calcado del modelo estadounidense. Tras las conferencias realizadas en Washington y en Ciudad de México, Rio de Janeiro y Buenos Aires llegan a ser sedes de dos conferencias panamericanas (1906 y 1910) así como del Congreso de Juristas Americanos. En Buenos Aires se crea en 1910 la Unión Panamericana, transformada en 1948 en la Organización de Estados Americanos, cuya sede se halla en Washington.
Paralelamente a la influencia de los Estados Unidos, surge en Brasil el sentimiento de pertenencia latinoamericana. En 1900, y por primera vez, un jefe de estado brasileño es recibido en Buenos Aires. Ello se explica en realidad debido al boom económico de la Argentina, sobre todo del de Buenos Aires, creando un nuevo polo de atracción para capitales y emigrantes europeos en el Atlántico Sur, opacando inevitablemente a Brasil. Buenos Aires, cuya población pasa de 780 000 habitantes en 1895 a 2 034000 en 1914, se convierte en la ciudad más poblada y la más rica de las capitales latinoamericanas.
La mayoría de investigaciones en torno a la modernización urbana de Rio de Janeiro a inicios del siglo XX han enfatizado la influencia de las reformas de Hausmann en Paris durante el gobierno municipal de Pereira Passos, alcalde de la ciudad (1902-1906). La creciente competencia con el puerto de Buenos Aires juega un rol importante a la hora de tomar la decisión gubernamental de modernizar y sanear el puerto de Rio de Janeiro, y a par la ciudad de Santos, lugar de desembarco de la mayoría de inmigrantes europeos, del Medio Oriente y de japoneses llegados a Brasil a partir de fines del siglo XIX. La apertura del Canal de Panamá (1914) reduce la navegación de escala en los puertos de Brasil y del cono sur, reforzando la importancia de los puertos del Atlántico Norte en todo el océano.
Al tener la costa atlántica la más larga, el Brasil se convierte en un interés estratégico de primer orden para las potencias noratlánticas durante los dos conflictos mundiales. Durante la Primera Guerra Mundial, el Brasil se une al lado de los aliados en noviembre de 1917, participando a su conferencia llevado a cabo en Paris en diciembre del mismo año. Caso contrario fue el de la Argentina, que permanece neutra durante todo el conflicto.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la distancia entre los dos países se acentúa aun más. De hecho, el Brasil fue el único país de la región que entra en guerra del lado de los aliados. El ejército de Estados Unidos establece en Nasal, ubicado en la costa noroeste del Brasil, una base aeronaval utilizada para operaciones aliadas en el África Occidental entre 1943 y 1945. Habiendo declarado la guerra a Alemania y a Italia en 1942, el Brasil envía un regimiento de 27 500 soldados que combaten en 1944 en la campaña de Italia; por otra parte, la Argentina permanece neutral hasta marzo de 1945. Aún neutra en julio de 1944, la Argentina fue la única nación latinoamericana que no fue invitada por los aliados para participar en la conferencia de Bretton Woods, que crearía el orden financiero y monetario internacional de la postguerra.
Por otra parte, y gracias a las personalidades de su delegación dirigida por el economista Raúl Prebisch, la Argentina juega un rol de primer plano en el establecimiento de la CEPAL (Comisión Económica de América Latina), creada en 1948 en Santiago de Chile. Mientras que el primer latino-americanismo en Brasil y en otros países del cono sur era sobre todo la obra de juristas, en una época donde el derecho internacional se expandía, la CEPAL formaba economistas y sociólogos que formulaban políticas gubernamentales innovadoras. Debido al accionar de ciertos investigadores que llegan a ser gobernante y altos funcionarios de algunos países de la región (como los brasileños Fernando Henrique Cardoso y Celso Furtado o el argentino Aldo Ferrer) y gracias a la mediación de dirigentes afiliados a su doctrina de integración latinoamericana, la CEPAL juega un rol influyente en las negociaciones que llevarían a la creación del Mercosur (1985-1995).
En estos 50 años que separan el nacimiento de la CEPAL y aquel del Mercosur, el contexto geopolítico evoluciona inevitablemente. El Atlántico Sur fue transformado por las dictaduras y los movimientos de guerrillas en América del Sur y por las guerras de independencia en Angola y Namibia, así como por las luchas contra el apartheid en África del Sur. Este contexto provoca contactos diplomáticos y una colaboración militar de extrema derecha entre las dictaduras sudamericanas, la sandinista y el régimen del apartheid. La idea de un pacto entre la Argentina, Brasil, Chile, el Reino Unido, los Estados Unidos y el África del Sur fue evocada diversas veces durante la segunda mitad del siglo XX.
Mientras tanto, las insurrecciones nacionalistas en las colonias del África austral llevan a África del Sur a tomar medidas más concretas. Los diplomáticos y el alto mando de la marina surafricana toman contacto en 1969 con los comandantes de marina del Brasil y de la Argentina para establecer un tratado militar del Atlántico Sur, a manera semejante de la OTAN. Tras la visita al Brasil de Marcelo Caetano, jefe del gobierno portugués, en julio de 1969, diversos periódicos de El Cabo y de Johannesburgo anunciaban la participación de Portugal en la creación de dicho pacto de defensa del Atlántico Sur. Desde otra perspectiva, y desde inicios de la década de 1960, el régimen portugués de Salazar se apropiaba de las teorías del sociólogo brasileño Gilberto Freyre en torno al "luso-tropicalismo", argumentando la pretendida vocación portuguesa a establecer relaciones no-conflictivas con los afro-brasileños para justificar la colonización del África.
El proyecto de un pacto de defensa del Atlántico sur no llegaría a concretarse durante el contexto de la Guerra Fría, sobre todo debido al litigio entre la Argentina y Chile en torno a sus fronteras de los Andes meridionales; al contencioso anglo-argentino sobre las islas Malvinas y a la oposición de diplomáticos brasileños y argentinos. Los diplomáticos de Brasilia ayudaron a su vez al aborto del proyecto de colaboración entre las marinas de Brasil y Portugal, idea concebida en este mismo periodo y que preveía maniobras navales conjuntas a lo largo de la costa angoleña para hacer presión sobre los movimientos nacionalistas. Siguiendo con su distanciamiento de la política colonial portuguesa, el Brasil, sumida aún en una dictadura militar, fue el primer país no africano en reconocer la independencia de Angola en noviembre de 1974, nación bajo la dirección del régimen prosoviético y procastrista dirigida por Agostinho Neto. En realidad, desde inicios de los años 1960, y bajo la presidencia de Quadros y de Goulart (1961-1964), la diplomacia brasileña ya anticipaba las ventajas comerciales directas con Angola, promoviendo un acercamiento con los nacionalistas angoleños.
En 1982, la guerra de las Malvinas pone a prueba la alianza entre las dictaduras del cono sur y del Brasil. Mientras que este anunciaba su neutralidad frente a ambos beligerantes, Chile apoyaba abiertamente al Reino Unido. Tras este hecho, y a instancias del Uruguay, el Brasil mantiene su política tradicional, definida en el siglo XIX, de reconocimiento de la soberanía de la Argentina sobre las islas Malvinas. En 2018 Chile declara finalmente su apoyo a la Argentina.
La democratización de los países sudamericanos, la independencia de Angola, de Namibia y el fin del apartheid en África del Sur (1994) cambian nuevamente el panorama del Atlántico Sur.
En 1983 finaliza la dictadura en Argentina, en 1985 en Brasil, 1986 en Uruguay y 1992 en Paraguay. Ya en libertad, Nelson Mandela visita Brasil en 1991. Recibido calorosamente en Rio de Janeiro y en Bahía, ciudades en donde los afro-brasileños son la mayoría de la población, Mandela confirma su intención de ser candidato a la presidencial del África del Sur, puesto para el que es elegido en 1994, poniendo fin al apartheid. Un clima de optimismo y de confianza se instala entre los gobiernos elegidos democráticamente. El retorno de exiliados y de inmigrantes políticos sudamericanos, conociéndose algunos de ellos en el Chile de Allende, en México, en La Habana o en Paris, devuelve una parte de la intelectualidad y de la dirigencia del Brasil y del cono sur.
Tras una visita a Buenos Aires en 1987, el presidente brasileño, José Sarney, es invitado por su anfitrión, el presidente Raúl Alfonsín, a conocer las instalaciones de uranio argentino. Al año siguiente Sarney responde de manera idéntica invitando al presidente argentino a las fábricas de uranio brasileño. Diversas discusiones bilaterales llevan a los dos países a adherirse en 1994 al Tratado de Tlatelolco, que prohíbe la proliferación de armas nucleares en América Latina; seguidamente, Buenos Aires y Brasilia ratifican dicho tratado. Este paso militar y diplomático entre los dos países consolida los avances del Mercosur.
Paralelamente, la diplomacia brasileña, apoyada por la Argentina, tomaba la iniciativa de crear la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZOPACAS), impulsada por la ONU en 1986 y consolidada con una declaración de desnuclearización del Atlántico Sur, firmada en Brasilia en 1994. Hasta el presente, además de la Argentina, el Brasil y el Uruguay, otros 21 países de la costa atlántica africana, desde Cabo Verde hasta el África del Sur, se han adherido al ZOPACAS. En 2003 una iniciativa diplomática más ambiciosa tuvo lugar con la creación del Fórum de Diálogo entre el África del Sur, Brasil y la India (IBAS), definido como un mecanismo de coordinación "entre tres países emergentes que tienen como característica común el hecho de ser democracias multiétnicas y multiculturales", y determinados a "contribuir a la construcción de una nueva agencia internacional".15
Formado en 2006, el grupo del BRIC (Brasil, India y China) se transforma en BRICS en 2010, con la adhesión del África del Sur, reuniendo a los dirigentes surafricanos y brasileños en este fórum de países emergentes.
El hallazgo de grandes reservas de hidrocarburos en el espacio sur-atlántico ha hecho surgir nuevos contextos geopolíticos en la región. En 2018, Angola se convierte en el segundo productor más importante de petróleo de África después de Nigeria. Perforaciones prometedoras se hacen en las costas de Namibia y de África del Sur; paralelamente, se descubren grandes yacimientos de hidrocarburos, bajo capas de sal, a lo largo de las costas brasileñas; así como reservas de petróleo y de gas de lutita en la Argentina centro-occidental e importantes reservas de petróleo submarino en las islas Malvinas.
Es en este contexto que los Estados Unidos toman la iniciativa de reintroducir la cuarta flota en el Atlántico Sur. Instalada durante la Segunda Guerra Mundial, la cuarta flota operaba en las Antillas y en los océanos Pacifico y Atlántico alrededor de América Central y del Sur. En 1947 esta fue disuelta y sus barcos integradas a otras unidades navales americanas. En 2008, y para sorpresa de los países rivereños, el gobierno de Georges W. Bush decide su restablecimiento. Reacciones contrarias tuvieron lugar en Argentina y en Brasil, cuyos presidentes, Cristina Kirchner y Lula da Silva, manifestaban su insatisfacción. Lula fue el más insistente, denunciando que la cuarta flota operaria en la zona marítima donde el Brasil acababa de descubrir los yacimientos de hidrocarburos. Además, las perforaciones efectuadas por las empresas británicas en las islas Malvinas reavivaban las tensiones entre Buenos Aires y Londres, llevando al Mercosur a solidarizarse con la Argentina. Otro conflicto diplomático opondría a Brasil y a los Estados Unidos: las revelaciones de Edward Snowden sobre los programas estadounidenses y británicos de espionaje de escucha en internet. Tras saber que mensajes personales fueron espiados, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, anula una visita oficial a Washington en octubre del 2013, agendada tras una invitación hecha por el presidente Obama. En aquella ocasión, la prensa estadounidense y brasileña enfatizaban el hecho que el objetivo del espionaje estadounidense en la región eran principalmente los cables submarinos de fibra óptica de transmisión de internet que circulaban por la costa brasileña; entre estos, se hallaban los únicos cables que conectaban el África subsahariana y una parte del Océano Indico con las Américas, cables que llegaban a las ciudades de Natal y Fortaleza, en la costa nordeste de Brasil.
Desde la ascensión de Mauricio Macri a la presidencia de la Argentina y de Jair Bolsonaro a la presidencia del Brasil, los dos países dan la espalda a la política de apertura hacia el África para plegarse a la diplomacia estadounidense. Este giro es particularmente notable en Brasil, en donde, bajo las presidencias de Lula da Silva y de Dilma Rousseff, el número de embajadas brasileñas en África (37) sobrepasaba en 2013 a aquellas de otros países de América Latina (32).
Sin embargo, al margen de elecciones y de cambios políticos, las tendencias de largo plazo aproximan sin lugar a dudas las culturas sur-atlánticas. Aunque no haya sido ratificada por los parlamentos y los congresos nacionales, el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, negociado desde hace 20 años, es firmado en junio del 2019, dando una nueva dinámica de integración de los países sur-atlánticos y el Paraguay. En el campo cultural, el aprendizaje de la lengua portuguesa en las escuelas argentinas y uruguayas es de carácter obligatorio. En Brasil, la situación es más complicada tras la destitución de la presidenta Rousseff y la aplicación en 2017 de una reforma de la educación secundaria. Tras esto, familias y directores de escuelas residentes sobre todo en las ciudades fronterizas del sur del país, piden que el aprendizaje del español sea de nuevo obligatorio. Esta misma reforma del 2017 suprimió la enseñanza de la historia, de la cultura afro-brasileña y de la africana en las escuelas, que se había vuelto obligatoria tras la aprobación de una ley dictada por el gobierno de Lula en 2003.
Estos retrocesos no deben de ocultar sin embargo el telar de fondo que otorgarán otra dimensión al Atlántico Sur durante el siglo XXI. En primer lugar, se constata una demografía contrastada de esta parte del mundo: Mientras que, en Argentina, la tasa de fertilidad se mantiene estable alrededor de 2,25 nacimientos por año, esta disminuye regularmente en Brasil, en donde se alcanzó 1,7 en 2018. No obstante, la composición de la sociedad brasileña cambia considerablemente. Tras un censo general en 2010, se devela que un 52% de la población nacional se auto identifica como afro-descendiente. Este porcentaje ha aumentado durante los años siguientes, haciendo del Brasil el país con la más fuerte población afro-descendiente fuera de África. Paralelamente, los países africanos de habla portuguesa, representados por dos en toda el África subsahariana, experimentan un fuerte crecimiento demográfico. Si se siguen las proyecciones de crecimiento poblacional realizados por la UNESCO en 2012, y completados en 2015, hacia finales del siglo XXI, la lengua portuguesa será más hablada en África que en Brasil y Portugal juntos. Actualmente, diversos vuelos directos entre Brasil y Angola, y de forma menos numerosa hacia Mozambique, transportan pequeños comerciantes, hombres de negocios, misioneros evangélicos brasileños hacia Luanda y Maputo. El éxito de las telenovelas brasileñas no se desmiente en los países de habla portuguesa en África, mientras que la ola de iglesias evangélicas brasileñas, sobre todo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, sobrepasa las fronteras del país suramericano y experimenta un crecimiento constante en África del Sur. En sentido inverso, revendedores angoleños, a menudo mujeres, hacen cada mes idas y vueltas entre Luanda y Sao Paulo para comprar productos de manufactura brasileña, generalmente aquellos listos para usar, que son inmediatamente introducidas en las tiendas y mercados angoleños. En el horizonte se perfila una corriente migratoria africana hacia el Brasil y el cono sur. El siglo XXI asiste a un nuevo encuentro entre las dos márgenes del Atlántico Sur.
Kerry Bystrom and Joseph R. Slaughter (eds.), The Global South Atlantic, (New York, N.Y.: Fordham University Press, 2017).
O giro do Atlântico Sul é formado por um sistema de correntes oceânicas que circulam num esquema circular englobando a corrente do Brasil, a corrente sul-atlântica, a corrente de Benguela e a corrente sul-equatorial.
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Apontamentos de Raphel Bordallo Pinheiro sobre a Picaresca Viagem do Imperador de Rasilb pela Europa [Lisbonne, 1872] coord. João Paulo Cotrim. Ed. facsimil (São Paulo: Governo do Estado de São Paulo; Secretaria de Estado da Cultura; Associação dos Amigos da Pinacoteca do Estado, 1996), 2.
Ver el reportaje de la BBC consultado el 05/10/2019, https://www.bbc.com/portuguese/vert-tra-42138987
Cita de la página del Ministério da Defesa de Brasil (sección "relações internacionais") sobre el foro IBAS (India, Brasil y Sudáfrica), consultada el 25/08/2019.